Vietnam, te amo (9): Las bicicletas son para el invierno

Hacía tiempo que no montaba en bicicleta. No recuerdo cuántos años. Es una actividad que me encanta, especialmente cuando lo hago en otros lugares del orbe como medio para descubrirlos. De modo que no hay duda posible cuando el guía nos ofrece la opción.

¿Existe riesgo de ser arrollado por un vehículo y que me tengan que despegar de la cuneta con una espátula? Algún riesgo existe, es innegable. Pero ¿cómo de elevado? La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir, advierte Jung. Y hay ocasiones en que uno tiene que asumir ciertos riesgos mortales en nombre precisamente de la vida.

A María tal riesgo no le compensa, por lo que obra bien cuando decide hacer el recorrido en autobús.

Con el chubasquero morado que me entregan —curioso: igual que en Petra— descansando en la cesta de la bicicleta —no llueve—, pedaleo por el flanco derecho de la calzada imbricado entre los miembros del grupo.

Quince minutos más tarde ya estamos todos —los ciclistas y los del IMSERSO— reunidos en no sé qué templo.

Junto a la entrada hay un árbol de kumquats. Le pregunto al guía si la palabra que designa el fruto es de origen vietnamita. Me contesta que no.

Al salir del templo nos separamos de nuevo. Los que optamos por el sillín y el manillar recorremos ahora una distancia mayor que la anterior, con parada en un puente donde los demás convienen tomarse fotos posando.

Tras el almuerzo colectivo y grasiento en el bufé de un restaurante, el autobús nos acerca a la orilla de un río.

Los barqueros reman con los pies.

El trayecto es de ida y vuelta.

Bajo el cielo gris, nuestra barquera pedalea. Parece que existen dos técnicas: algunos alternan las piernas; otros las mueven al alimón.

Se suceden mujeres y hombres semisumergidos al abrigo de las silenciosas montañas.

Un pequeño paseo en autobús nos lleva a las faldas de la Montaña del Dragón Tumbado.

Hay que seguir un sendero y luego subir escalones y más escalones repartidos en varios tramos. Me vienen recuerdos del descenso a la cascada en Costa Rica.

María llega hasta la base del dragón. Yo quiero ascender un poco más, hasta el final, hasta poder tocar la estatua.

Así lo hago. Junto al dragón tumbado contemplo las espectaculares vistas de los valles, los ríos y las montañas de la verde Ninh Binh.

2023-03-18

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