Vietnam, te amo (7): Sobrevalorada Ha Long

Cuando se trata de Vietnam, es infrecuente encontrar una guía, relato o agencia de viajes que no mencione la Bahía de Ha Long. Junto con el característico sombrero, constituye la imagen más icónica del país.

El ferry que nos transportará a dicho enclave nos recibe con un inmediato almuerzo a bordo. No tienen reparos en prepararme platos especiales cuando les comunico que soy vegetariano. En ese sentido, ningún problema con la comida. No puede decir lo mismo María, que equivocadamente ha mordido y tragado un diminuto fragmento de cangrejo rebozado y ahora piensa que va a morir. Sus minutos están contados y sería oportuno buscar ayuda para que venga un helicóptero a recogerla.

No, no es su primera muerte del día: previamente ya ha fallecido por un melanoma potencial y por un subtipo de cáncer de laringe. De regreso en Madrid desarrollaré este asunto en un poema.

No sé mucho de cruceros porque nunca he estado en uno propiamente dicho. Pero me consta que son amenizados —si el eufemismo es permisible— por una sucesión de actividades que uno no desempeñaría de no encontrarse tan limitado.

La primera de estas actividades es la visita a una especie de claro entre montículos al que se accede pasando por una apertura en uno de ellos. Se puede hacer en barca o en kayak biplaza. María no cree en los kayaks, así que nos decantamos por la primera opción.

En uno de los márgenes, ya dentro del claro, unos cuantos monos reciben sin pasión las cascarujas que les arroja uno de nuestros acompañantes.

La segunda actividad tiene lugar en una pequeña isla: Ti Top. De nuevo, dos posibilidades: subir los no sé cuantos escalones que te elevan hasta la cima de un monte, o quedarte en la blanda arena que lame el mar, como dijo la poeta. María… Pues eso.

Queremos bañarnos, pero el agua está helada. A pesar de ello, y también por ello —¿Cómo que no soy capaz?— me adentro en las gélidas aguas, perimetradas por un cordón para evitar riesgos innecesarios, supongo.

Como ocurre en estos casos, una vez que el cuerpo se acostumbra se está mejor sumergido que a la intemperie, pues el aire sobre la piel mojada provoca un desagradable descalabro térmico.

Selecciono la piedrecita que habrá de viajar conmigo a España para ingresar en mi abultada y absurda colección de piedras recogidas en islas.

María, que miraba los toros desde la barrera, salta al ruedo cuando yo ya reposo repantingado sobre la orilla. Le cuesta entrar en juego, pero una vez que lo hace celebra jubilosa la ocurrencia y se demora en el paladeo de tan trabajado disfrute.

El anochecer sobre la cubierta del barco es bonito. Sin embargo, mi conclusión global es que la Bahía de Ha Long está sobrevalorada.

2023-03-03

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