Vietnam, te amo (5): Holgazán en Hoi An

El segundo día en Hoi An es como los bajos de un pantalón que no sabe uno a qué altura ajustar para que la doblez no resulte excesiva.
El paseo de la tarde y la noche anteriores ha sido suficiente para dar la exploración por concluida. Se despliega ante nosotros un muestrario de horas por acomodar a los escasos hitos que la jornada plantea.
El taxi nos recoge en el hotel y en pocos minutos nos deposita en la playa aledaña.
Descansamos sobre unas tumbonas de alquiler. El mar está ligeramente agitado. Su color tampoco invita a acometer el baño. Enseguida concluimos que allí, como suele decirse, está todo el pescado vendido. Un taxista muy joven nos conduce de regreso al hotel.
Dedicamos el resto del día a visitar cinco localizaciones: el puente japonés, un par de casas centenarias y un par de templos chinos.
Tomamos café en una azotea. Un dron flota sobre los edificios.
Es miércoles. En el grupo de WhatsApp, mis compañeros organizan el partido de fútbol semanal al que, por enésima vez consecutiva, no podré asistir.
Por la noche contratamos un masaje en el hotel —esta vez de cuerpo completo— para poner la guinda de la holganza a tan deslucido día.
2023-02-15