No se puede ser más París

Sabedores de mi querencia por los viajes a lugares exóticos y lejanos, mis compañeros de trabajo me parodian aludiendo a cualesquiera otros desplazamientos como viajes de mierda.

A esta categoría, supongo, habrá de pertenecer la visita que María y yo hacemos a París en los últimos días de enero.

Es nuestra quinta y segunda vez respectivamente. A mí continúa gustándome la ciudad por su belleza intachable. A ella sigue sin gustarle por la misma razón.

Lo que más me gusta de París es el Sena con sus barcos y sus puentes. A María, la atracción Piratas del Caribe, de Disneyland Paris.

Lo primero que hacemos nada más llegar, tras soltar mochila y maleta en el hotel, es dirigirnos a la librería Shakespeare & Company, la librería más bonita del mundo.

Durante nuestro periplo parisino no falta el aperitivo en Les Deux Magots donde, en la terraza, una descarada paloma se sube a nuestra mesita para intentar comerse los frutos secos.

Pienso: El grado de civismo de los habitantes de una ciudad es inversamente proporcional al miedo que exhiben sus palomas.

El Pont Neuf, el Pont des Arts, atravesar el patio del Louvre sin entrar en el museo, sopa de cebolla en Au Pied de Cochon —be vegan, my friend— y Jardín de las Tullerías.

La Torre Eiffel recortada contra el atardecer: no se puede ser más París.

Marché aux Puces, negros, Sacré Coeur, Montmatre, gallette, Galerías Lafayette y capuchino y tarta en el Café de la Paix. Paz.

Quince años atrás había leído en Windows on the World, de Frédéric Beigbeder, que el único lugar de París desde el que no puedes ver la Torre de Montparnasse es desde la Torre de Montparnasse. En aquel momento pensé que estaría bien subirla, aunque ignoro por qué no lo hice en mi primera visita.

En esta ocasión sí lo hago, pero una vez arriba comprobamos que hay niebla y que, por tanto, los diecisiete euros que cuesta cada entrada va a ser dinero malgastado. De modo que me doy por satisfecho con atisbar los ventanales desde la distancia y soy autoindulgente a la hora de considerar el hito completado.

Disneyland Paris: un lugar al que, preferiblemente, hay que acudir con niños. Las atracciones que son para adultos son aparentemente desagradables. El resto, muy infantiles.

Altero mucho a María cuando pulso la palanca que hace ascender la cápsula en la que damos vueltas en la atracción de Dumbo. Apenas alcanzamos los dos metros de altura, pero esa medida ya excede sus límites de seguridad.

La ronda concluye. El tiovivo se detiene. No nos da tiempo a dar con la salida del perímetro, por lo que optamos por subirnos de nuevo. María me hace prometerle que no tocaré la palanquita que hace ascender al elefante.

Me carcajeo internamente imaginando qué les pasará por la cabeza a las personas que nos ven desde fuera, dando una vuelta tras otra a ras de suelo como dos octogenarios achacosos.

Macarons, Campso Elíseos, Arco del Triunfo y fondue.

If I'd learnt one thing from travelling, it was that the way to get things done was to go ahead and do them. Don't talk about going… Book a ticket, get a visa, pack a bag, and it just happens.

Alex Garland

Este sábado nos vamos a Egipto.

2022-02-07

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