Mi primera India (5): La primera vez que vi el Taj Mahal

En el desayuno tomo un masala chai. Homenaje a Malasaña chai tea. Espectacular el sabor.

Día de tránsito entre Jaipur y Agra. Otras cuatro o cinco horas con algunas paradas.

La primera, en el templo hindú Giriraj Dharan Mandir: una estructura barroca, rosada, pinaculosa, chillona, naíf y, en resumen, simpática a la vista.

La segunda, en Abhaneri; concretamente en el Chand Baori, cisterna escalonada (Wikipedia dixit) similar al pozo que vimos en Amber. Allí diviso a unos niños que juegan al críquet en el campo. Los indios son unos enfermos del críquet.

Entre ambas paradas, una pareja de españoles sube a nuestro vehículo. Viajaban con la misma agencia que nosotros. El coche en el que iban los ha dejado tirados por segunda o tercera vez y el dueño de la agencia nos ha pedido el favor de acogerlos, cosa que hacemos de buen grado.

La pareja la conforman un exprofesor de informática que también es matemático y que adora la música y una profesora de Lengua y Literatura. Él se ha jubilado hace unos pocos años y ella es algunos lustros más joven. Hacemos buenas migas.

Durante la comida surge el tema de la política. Él despotrica contra determinada figura que es de mi agrado —dentro del agrado que te pude causar un político—. El noventa y nueve (99) por ciento (%) de las personas habrían hecho oídos sordos, como si nada; quizás incluso habrían asentido para no generar ningún tipo de tensión innecesaria. Pero que les den makelele a los pusilánimes. Los discursos de valores dominantes se erigen con los silencios de los cobardes.

Veo en su rostro un conato de crispación tras mis palabras. Argumentamos. La sangre no llega al río. Intercambiamos nuestras señas electrónicas.

—Sé que por mucho que te diga no te iba a convencer —expone.

—Cierto. Y lo mismo me sucedería a mí contigo.

La agencia les ha conseguido un coche. Nuestros caminos se separan.

Ya en Agra tenemos nuestra primera visión de un lejano Taj Mahal desde un punto de la carretera en cuyo arco se lee: Taj view enclave.

Hanu nos conduce hasta los pilares de un puente para que veamos el río. Después habla con el conductor de un ciclorickshaw para que nos acerque a los dominios del mítico mausoleo.

Con el sol en retroceso contemplamos, admiramos, saboreamos, desde el otro lado del río, detrás de una alambrada, el sublime monumento. Blanco. Simétrico. Majestuoso.

Agra es la ciudad de los mosquitos, nos había dicho el conductor. A nuestro pesar comprobamos que tiene razón.

2023-05-07

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