Mejor que Michael Jordan

Ser escritor es una maldición. Al igual que el sacerdocio, es una vocación. Y, como éste —descontando peregrinas excepciones—, su ejercicio no reporta beneficio económico alguno. No pretendas que nadie te comprenda.

Pero hay que ganar dinero; así que es necesario desempeñar al mismo tiempo una labor que lo genere.

En principio ambas tareas deberían ser compatibles pues, sin excesivo drama, se le pueden sacar al día las horas suficientes para escribir —pongamos una hora— y trabajar —ocho horas—. El problema —el eterno conflicto— aparece cuando pretendes ser realmente bueno en lo que haces.

Si aspiras a alcanzar tu cénit como escritor, no basta con un rato diario de escritura. Hay que escribir más. Hay que corregir más. Hay que leer más. En resumen: tienes que darlo todo por la causa.

De igual modo, si quieres desarrollar tu potencial como trabajador, no puedes limitarte a ejecutar bien las tareas que se te encomiendan. Has de hacerlas lo mejor posible. Debes, asimismo, formarte continuamente, aprender y practicar nuevas habilidades, mantener una actitud proactiva en todo momento. En definitiva: tienes que tomártelo muy en serio.

Este conflicto de intereses constituye la verdadera maldición del escritor: todo lo bueno que seas en una faceta es todo lo bueno que dejas de serlo en la otra.

Michael Jordan fue un gran jugador de baloncesto pero no consiguió serlo de béisbol. A mí no me queda más alternativa que intentar ser mejor que Michael Jordan.

2022-04-29

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