La literatura es sprezzatura

Quienes me conocen saben de mi aprecio por la vestimenta clásica y, en consecuencia, por los trajes. El traje es, empero, una celebración y, como tal, se desluce en lo cotidiano. Se desvirtúa, como todo, en la redundancia y, por ello, su empleo ha de reservarse para ocasiones especiales; a ser posible, impredecibles.

Pero la ausencia de traje no debe traducirse en vandalismo estético. Los caminos de la elegancia son, si no inescrutables, sí, cuando menos, intrincados. De manera que se puede ir elegante con una vestimenta algo más relajada.

Mi forma de vestir ha jugado siempre con las variables y tradicionalmente he incorporado la corbata a una composición de pantalones chinos y chaleco o jersey de pico como una forma de conseguir cierto formalismo desenfadado; smart casual, lo llaman. Asimismo he procurado que en el porte de estas prendas haya siempre un grado de laxitud, un mínimo dejarse ir que reste ampulosidad a la puesta en escena.

Hace unos meses descubrí el término sprezzatura, cuya definición aproximada sería estudiada indiferencia. Alude al arte de vestir de manera que no se perciba el esfuerzo dedicado y es, en esencia, adonde he tratado de apuntar todos estos años.

Esta filosofía es la misma que uno ha de aplicar si quiere producir buena literatura: piensa, calcula, ejecuta, corrige, corrige y corrige, hasta que el producto resultante pueda pasar por una inspiradísima improvisación.

But that’s what fashion is, isn’t it? Something so ridiculous, it’s got to be changed every season.

Bruce Boyer

2022-11-03

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