El hombre que casi conoció Estambul

En más de una ocasión he estado cerca de comprar unos billetes de avión para viajar a Estambul. No lo he hecho: o bien no he dispuesto de días de vacaciones, o bien el cociente precio partido por valor se ha alejado inaceptablemente de cero.

Por desgracia, ahora ya es tarde: se ha producido un atentado en el que han muerto varias personas. La prudencia hace que mi intención de visitar esta ansiada ciudad se posponga de nuevo.

El Mundial de fútbol se celebra en Catar. Catar es conocida por prohibir la homosexualidad y por ejercer un machismo institucional desaforado. Esto no es óbice para que futbolistas, entrenadores, periodistas, patrocinadores, participen en el evento. Algún artista, algún comunicador, incapaces de mirar para otro lado, han denegado la invitación.

En mi mundo ideal, los futbolistas participantes lucirían un brazalete con la bandera arco iris y los homosexuales se besarían sin decoro en las gradas. Pero entendería que no lo hicieran porque esa tarde les venga mal que los cuelguen del cuello con una grúa.

La mejor opción no es negarse a acudir. Tampoco hacerse el héroe —que Dios bendiga a quien lo haga—. La mejor opción es asistir y hacer un acto —una performance— lo suficientemente satírico como para poner en evidencia la discrepancia y mostrar al mundo la crítica, pero lo suficientemente legal para no amanecer, como dijo el poeta, con hormigas en la boca.

Quedo con Álex, mi editor. Él sí conoció Estambul. Me sugiere que le envíe un dosier de la última novela que he escrito, concluida en marzo de este año, en el que incluya sinopsis, trama, subtramas y descripción de los personajes. Debería hacerlo. Pero me da tanta, pero tanta pereza redactar este tipo de textos, que creo que le voy a pedir presupuesto. Álex, ¿estás ahí? ¿Cuánto me cobras por este servicio? Agradecido de antemano.

2022-11-18

Si te interesa mi vida y/o mi obra, escríbeme a diciéndome simplemente: Hola y te añadiré a mi lista de amigos.